Lo humano es lo perteneciente a la especie humana y no necesariamente lo benevolente, compasivo o caritativo. Se suele calificar de “muy humano” a quien cultiva estas cualidades, pero la condición humana abarca también, además de sentimientos solidarios o filantrópicos, algunos destructivos como el rencor, el odio, la antipatía, la ambición excesiva, la envidia y el egoísmo. Por eso la interrogante que titula este escrito, pues el comportamiento pernicioso no se puede calificar como inhumano, sino que alude al dejarse llevar por las pasiones humanas. Es humano cometer errores, dejarse llevar por la tentación, favorecer a sus propios intereses aun a costa de los demás, rechazar a las personas desagradables, eludir compromisos peligrosos, evitar espacios arriesgados, etcétera. Se admite como “humano” el atributo atenuante de una acción que, si bien no es totalmente lícita, es disculpable por la debilidad de la naturaleza del hombre.
Para describir lo benévolo del ser humano, cabe mejor el adjetivo “humanitario”. En el idioma inglés hay dos términos para distinguir ambas condiciones: human para humano, y humane para humanitario (aunque en Estados Unidos son las sociedades protectoras de animales las que se califican con este último término). Muchas traducciones al castellano no distinguen entre ambos términos y los califican como humanos, sin reparar en las diferencias.
La sociedad contemporánea ha sido acusada de deshumanización a partir de la tendencia a abordar a las personas como si fueran objetos, de intentar evadir la subjetividad y de soslayar afectos y sentimientos, de la indiferencia ante el sufrimiento del otro y de la resistencia a demostrar afecto y sensibilidad. Cuando las relaciones humanas carecen de profundidad y se limitan a atender lo mínimo a lo que está uno obligado, se pierde la gran oportunidad de penetrar en las almas ajenas y ofrecer ayuda. La sociedad se ha cancelado a sí misma los espacios de reflexión, tal vez porque pueden llegar a ser dolorosos.
La ponderación del humanismo, entendido como antropocentrismo, se ha contrastado con los nuevos materialismos que incluyen el movimiento antihumanista y el transhumanista. El primero representa una postura iconoclasta que reconoce los defectos y limitaciones del ser humano, mientras que el segundo incorpora conscientemente a la tecnología como una forma de evolución, propositiva y planeada, con la idea de llegar al posthumanismo, al nuevo hombre. Parten de la idea de que somos seres defectuosos y que la educación y la cultura, si bien nos pueden cubrir de adornos, han fracasado para crear un mejor ser humano.
Varias de las imperfecciones y menoscabos que muestra la sociedad parecen ser consecuencia de que están conformadas precisamente por seres demasiado humanos.
Alberto Lifshitz
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